Por AMIR VALLE OJEDA.
Quizás haya sido una percepción generacional, una especie de shock que derrumbó muchos conceptos de lo que yo consideraba poesía, pero hasta hoy (como le sucedió al coronel Aureliano Buendía, en la mítica novela Cien años de soledad, cuando su padre lo lleva a conocer el hielo), nunca he logrado olvidar el día en que Eduardo Heras León, en 1986, luego de la ceremonia de entrega de los Premios 13 de Marzo de ese año, me llevó a conocer a José Antonio Gutiérrez, en una hermosa casa del Vedado, y allí, sentado en una butaca, en medio de la algarabía de una fiesta, donde todos brindaban e intercambiaban anécdotas cultas y chistes de todos los colores, pude leer el manuscrito de Manía de ángel, que acababa de ganar el Premio 13 de marzo 1986. Yo había ganado también ese concurso, en esa misma convocatoria, con…
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